Sobre mi

Laila, redactora y vagabunda del Dharma,
dejo escurrir el resplandor del cosmos,
me expando hacia las diez direcciones
para encontrar mi significado profundo
en cualquier sitio.
¿Quien se atreve a definirme?
soy aquella que nunca duerme.

viernes, 12 de marzo de 2010

There´s an end



Durante un mes entero, cada tarde, cada noche, observé sus movimientos. No era estar
al borde del limite lo que me inquietaba, sino la posibilidad de que cruzarlo era un acto casi instintivo.
Los días transcurrían todos iguales, sin encontrarle una explicación certera a los
almanaques. Un placer me poseía. Desde ahí ya no pude parar con mi extraño vicio.
Sobre la mesa descansaba el pasaje de ida a otro tiempo y lugar. No quería ser racional ni adulta.
Llovizna, nos “encontramos” a tres cuadras de su casa. Es tarde y esta oscuro. Escucho mi corazón galopar furioso, escondo mis manos, no quiero que vea como tiemblan. Se acerca, algo en su mirada anuncia la iniciación de un rito. No necesitamos palabras,ambos tenemos interiorizado cada paso de la ceremonia.
Mi imaginación es imparable, presiento un riesgo que, en lugar de retenerme, funciona como afrodisíaco.
Abre el portón, me frena, cada vez más cerca, siento el calor de su aliento; en un gesto pleno de ferocidad: me besa, arqueo mi espalda por la excitación de sentir. Corrientes eléctricas estallán como pequeñas descargas eróticas. Siento cómo me desbarranco por la misma pendiente resbaladiza.
Los escalones metálicos convierten el tic-tac de mis tacones en un rugido irreverente.
Se da vuelta, me dirige una mirada desafiante -esa forma de mirarme que me vuelve
loca-, “te deseo y se que mi forma de amarte me va a llevar directo al infierno”, le digo muy al oído mientras subimos, engatusados, la escalera caracol.
Lo empujo contra la pared, aprieta mis muslos con firmeza, con sus manos irrespetuosas arranca mi camisa. Me estremezco. Manos que a la distancia comunican que saben tocar. Llueve con más intensidad. Entro en esa misma habitación que, no hace mucho, fue testigo de nuestra metamorfosis.
Lo miro, para demostrarle lo excitada que me tiene, lo muerdo al mismo tiempo que él
a mi: aullaba, gemía; dulces sonidos sin salida de la habitación.
En un momento nítido, aprovecho su idilio erótico: “esta vez no te vas a escapar”, le digo ronroneante mientras con las esposas que guarda en la mesa de luz, lo capturo a los barrotes metálicos de la cama. Bajo como puedo su pantalón; a patadas termina de sacarlo: parece un demonio ardiente. Acaricio su nuca mientras me muerde, un escalofrío cruza toda mi espalda. Su lado oscuro y salvaje lo domina por dentro. Ahora sí somos uno, nuestros sexos y nuestras lágrimas demuestran que el amor va más allá del placer y el dolor.
Cada partícula de mi cuerpo está en tensión, a la espera de que algo estalle; siento el impulso de atrapar; de apoderarme de algo fatal, que siempre estaría fuera de mí.
Pongo mis manos sudorosas alrededor de su cuello.Una fuerza demencial se apodera de
mi cuerpo. El aúlla, emite desbocadas y generosas señales sin retorno. Todos mis
sentidos parecen tensarse y exaltarse, estoy fuera de mí. Se agita y lucha por
liberarse. Junto mi boca a la suya: quiero su último aliento. Sus piernas dieron
unas últimas y bruscas sacudidas para terminar rígidas. Sus ojos permanecen
abiertos, inmóviles, miran al techo.
Sé lo que hice, me siento pecadora y culpable y, al mismo tiempo, amo mi pecado y mi
culpa. Sólo entonces, en el conocimiento supremo, ésta el supremo placer.


Laila.
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